
Hablaba en un artículo anterior de las nefastas consecuencias del efecto Dunning-Kruger, que consiste en la que las personas con menores competencias son las que, sistemáticamente, sobrevaloran su capacidad, mientras que, por el contrario, las más competentes son quienes subestiman sus propias habilidades. Ligado con el Principio de Peter, las posibilidades para el desastre eran casi infinitas.
La mente es una herramienta maravillosa, con una plasticidad inabarcable, con una imaginación inacabable, pero, precisamente, por su complejidad, es también susceptible de errores de autoapreciación o, si me permiten, de autoevaluación, que más allá de Dunning-Kruger, pueden ser también dramáticos para quien los padece.
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