Como nota introductoria, este texto es la puesta en práctica de mi derecho de réplica ante un agravio ignominioso que afecta a todos los menorquies en general, y a mí en particular. Sirva esta noticia como breve resumen para los lectores rezagados.
¿Conocen la palabra serendipia? Aunque suene extraña, consta desde hace unos años en el diccionario: es el hallazgo valioso que se produce de manera accidental o casual. Debe su curioso nombre al topónimo originario de la isla de Ceilán, y supongo que define perfectamente el momento eureka que vivió el felón Vilafranca al averiguar mi intención de salir de viaje y orquestar su maniobra. Desconozco los medios mediante los cuales llegó a tener esta información, aunque los imagino. En cualquier caso, ahora que han pasado un par de días de reflexión, expondré el orden cronológico de los acontecimientos para que cada cual llegue a sus propias conclusiones.
El 11 de noviembre se remite el calendario de aprobación del presupuesto, estableciendo el 13 de diciembre como fecha para el pleno de aprobación inicial. Con esta información en firme, organizo un viaje con margen para asistir al Pleno en el Consell de Menorca y confirmo vuelos desde Madrid para asistir al mismo.
El 9 de diciembre se comunica que no tendrá lugar el pleno por falta de apoyos para sacar adelante el presupuesto. Tampoco se propone una fecha alternativa, al no contar con apoyos. El 14, sábado, inicio mi viaje, del que, por lo que parece, tienen más detalles que yo mismo. El 17 de diciembre se convoca un nuevo pleno de presupuestos, sin tener ya posibilidad de retorno por el momento en que accedo a la notificación. De forma previa, en la Junta de Portavoces, se reconfirma expresamente la costumbre institucional de no aprovechar las mayorías circunstanciales para sacar adelante iniciativas, como se ha hecho durante ésta y todas las legislaturas precedentes: Vilafranca se compromete a aprobar el presupuesto solo si cuenta con el apoyo de Vox y a no utilizar la mayoría debida a la ausencia de un conseller.
Aún así, ante la imposibilidad de volver a tiempo para el Pleno, por su importancia política y pese a contar con la palabra del Presidente, hago uso del derecho previsto en la Ley de Consejos Insulares, que posibilita la asistencia telemática a los plenos en los términos previstos en el Reglamento Orgánico. Esta norma no lo considera un derecho general, pero admite su uso en casos excepcionales, como sería aquí la imposibilidad material de retornar a tiempo a Menorca ante una convocatoria evacuada cuando ya había salido del país. Estas peticiones las resuelve el propio Presidente, así que pocas sorpresas en cuanto al resultado: al día siguiente, 19 de diciembre, se me notifica la denegación de mi petición, aplicando de forma analógica una normativa que regula una situación bien distinta: los plenos íntegramente telemáticos. Aquí se trata de un pleno físico, en el que un único conseller solicita emitir telemáticamente su voto. La analogía se utiliza en Derecho privado, pero no es fuente del Derecho administrativo, especialmente cuando esta aplicación analógica restringe derechos. La decisión de Vilafranca impide de forma directa un derecho fundamental, como es el de mi asistencia y voto como representante electo de los menorquines. Por lo tanto, no cabe la extensión analógica, al afectar a un derecho político, fundamental, protegido por la Constitución.
Lo que sucedió en el Pleno del día 20 es por todos conocido: Vox no concede su apoyo al PP, pero Vilafranca -de ahí el merecidísimo calificativo de felón- rompe su palabra y aprovecha su mayoría momentánea para aprobar un presupuesto que no tiene el apoyo de la mayoría de representantes de los menorquines. Ante esta elemental falta de escrúpulos, los miembros presentes de los partidos de izquierdas consideraron que la opción más digna para manifestar su rechazo y no participar en esta pantomima era levantarse e irse, como hicieron.
El honorable fementido logra así su objetivo y se aprueba un presupuesto también mendaz, que refleja unos ingresos hoy inexistentes, al depender del Govern. Por el camino, quema todos los puentes y rompe décadas de consenso y buenas prácticas políticas. No contento con esto, su principesco delfín cubre su felonía con mi señalamiento público.
Desolado ante una situación injusta, que parece más alevosa que accidental, haré cuanto esté en mi mano para que se restablezca la legalidad. Entre tanto, recomiendo a los aludidos la lectura atenta del cuento «Los Tres Príncipes de Serendip«.
Publicado como tribuna de opinión en el Diario Menorca de 22 de diciembre de 2024, en una versión algo descafeinada. En esta uso con más generosidad la palabra felón. No pretende ser un insulto, sino un adjetivo descriptivo y preciso, que es como me enseñaron a utilizar el idioma. Según la RAE, felón es quien comete felonía, y felonía es, simplemente, la traición, la infamia. Faltar, en definitiva, a la palabra dada y a la verdad. Fementido se utiliza en la misma acepción, para evitar otras palabras de sentidos más amplios, como traidor o miserable, que serían más fácilmente malinterpretables. Perjuro habría sido otra buena elección, pero suena más solemne y seria de lo que se merece su destinatario.
Para los que quieran seguir el consejo y leer el cuento «Los Tres Príncipes de Serendip», tienen una edición de dominio público disponible en la biblioteca digital textos.info en diferentes formatos.
Por completar el relato, vistas algunas de las críticas vertidas por los secuaces y palmeros habituales, no estoy en nómina del Consell, como sí lo está el equipo de gobierno. Por resumir: si no asisto, no cobro, e incluso asistiendo, he renunciado en ocasiones a mis dietas. Mi trabajo profesional se desarrolla en otra administración, de la que cobro una nómina, como cualquier otro trabajador, y por el que me corresponden también vacaciones.